jueves, 5 de enero de 2012

La violencia en la familia

Como cada año en estas fechas, se hace público el trágico balance de mujeres asesinadas, pero sólo en el ámbito del feminicidio de pareja. Este simple enunciado ya muestra un desvío importante de la forma en que se enfoca el tema en este país, al menos por lo que hace referencia a la mayor parte de la opinión publicada. Una muestra de este corsé ideológico, que produce una percepción incompleta e incorrecta de la realidad, es la crítica que ya recibió la ministra Mato por el hecho de calificar los feminicidios de pareja como “violencia en la familia” en lugar de “violencia de género”.

La cuestión de fondo no es soltar el mismo discurso cada año sobre las muertes sino preguntarse cosas importantes, como la siguiente: España presenta una anomalía trágica en el contexto europeo. En los últimos años, en toda la Unión se ha producido una tendencia semejante, ha descendido el número de mujeres asesinadas por su pareja. En el caso de España ha sucedido todo lo contario, pero esta diferencia todavía se engrandece más y se convierte en anomalía si se considera que en nuestro país han descendido los homicidios de mujeres, es decir los que no son cometidos por la pareja, y también los homicidios totales. La pregunta es obvia: ¿cómo es posible que aquel tipo de delito sobre el cual existe legislación específica, tribunales propios, medidas cautelares, recursos policiales, registre una tendencia al alza en sentido contrario a lo que acaece en Europa, que no tiene desarrolladas políticas de este tipo, y, a mayor abundamiento, en relación a los homicidios de mujeres a manos de terceras personas o a los homicidios totales? Algo grave sucede en la legislación que hace que el comportamiento sea el opuesto del que cabría esperar. Ahí hay un gran fracaso que los medios de comunicación, dominados por la ideología de género, se empeñan en no abordar.

La ideología de género es también la responsable de una gran injusticia: en el entorno familiar se producen más tipos de violencia, y lo peor de todo es que no es la mujer la más perjudicada, sino, en primer término, los ancianos. La prevalencia de violencia contra ellos es muchísimo más grande que la que se da contra la mujer, y eso a pesar de que los estudios, pocos, basados en hechos consumados, o en alguna encuesta, tienden por propio método empleado a subvalorar la realidad, mientras que en el caso de la mujer las denuncias, una parte de las cuales no se corresponden con los hechos, tienden a sobrevalorarla. Pues bien, a pesar de ello, como decimos, el número de actos de maltrato contra la gente la mayor es, en proporción, muchísimo más elevado que contra las mujeres.

A esto cabe añadir el otro gran fenómeno de maltrato oculto, el que reciben los menores. También en este caso las pocas fuentes disponibles lo subvaloran, porque se basan solo en los hechos consumados reconocidos por el juez. Los niños no tienen capacidad de denuncia. A pesar de ello, no existe ninguna legislación específica que actúe contra estos otros dos fenómenos de violencia que en un caso superan y en el otro son prácticamente iguales a los que sufre la mujer.

Aún quedaría un tercer capítulo, para el cual ni tan solo existe una base de datos trabajada que permita establecer suposiciones, que es la violencia en el entorno familiar contra el hombre. Este sigue siendo el principal desconocido en cuanto a víctima.

Todo esto no debe servir para subvalorar el maltrato contra las mujeres, al contrario, un planteamiento más objetivo de la realidad y de las causas de estos tipos de violencia permitirían una mejor resolución de los mismos. Hasta que la ideología de género no deje de desvirtuar la realidad y los gobernantes y los medios de comunicación sean capaces de asumirlo, este problema no solo no disminuirá sino que crecerá. Todos deberían tomar buena nota del éxito obtenido en los accidentes de tráfico y aplicar un método equivalente, el de conocer las causas reales y actuar sobre ellas decididamente en lugar de irse por los cerros de Úbeda.

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